Las herramientas para la inversión y el consumo en tiempos de crisis.
Mario E. Burkún
Introducción.
La dificultad para los políticos que deben conducir los vértices de los Estados-Nación es en la actualidad, la de poder determinar las pautas a seguir en la política económica y las formas de utilización de las herramientas tradicionales.
En momentos en que la recesión se acentúa y abarca al conjunto de la actividad socio-económica, aumentan las presiones y los reclamos de las distintas corporaciones para que se desarrolle una intervención del Estado.
Dicha intervención aparece como un requisito de la crisis, como una demanda para que el Estado se haga cargo de afrontar los efectos de la crisis y las secuelas que socialmente se manifiestan.
El dilema es ver si las políticas a implementar por parte de los decidores de la ayuda estatal, tiene que estar orientada a salvar a las empresas o unidades económicas carentes de solvencia, o a hacerse cargo en forma directa en tanto Estado empresario de las actividades económicas.
Varias posibilidades de acción se ponen en práctica en el corto plazo, acordes con las premisas que cada componente político considera más conveniente en su sociedad, para ganar confianza de sus electorados, tener mayor apoyo de los sectores de poder, y a la vez sostener la reproducción económica en un nivel de depresión cíclica pero sin entrar en el caos y la recesión de largo plazo.
Dentro de un abanico muy diversificado de políticas trataremos de desbrozar las más significativas, y los efectos que generan en la globalización.
Nuevo proteccionismo financiero.
Los indicadores de la emergencia en el sistema financiero internacional, surgieron como antecedentes en las diversas situaciones de reversión de la onda cíclica de crecimiento de largo plazo, al estilo de Kondratieff durante los 80, que llevo a la solución del Plan Brady de aceptación de la destrucción de parte de los activos financieros bancarios.
Luego en los 90 y a comienzos del 2000, se acrecentaron los sucesos de imposibilidad de cumplimiento de los plazos y montos de los endeudamientos internacionales, con incremento de los riesgos bancarios y de desvalorización de las ganancias empresariales en situaciones específicas de especulación e incremento del riesgo. Los casos nacionales como los de México, Brasil, Rusia, Turquía, Nigeria, los países asiáticos de la Cuenca del Pacífico, Argentina fueron los más relevantes.
También la especulación y la incertidumbre golpearon en sectores del centro del sistema como los casos del LTCM, los bancos del Medio Oeste de los EE.UU. en estados que en ese momento no admitían las pautas de la Reserva Federal, o algunos bancos europeos de inversión.
Los comienzos del siglo XXI identificaron estas situaciones como irrelevantes para la forma de reproducción de las condiciones de la globalización. Se produjo un crecimiento significativo de la especulación financiera, que acompañaba una evolución del consumo de masas en el centro del sistema, especialmente en EE.UU., pero también en las otras potencias económicas.
Al mismo tiempo esta fase del ciclo de expansión tuvo alto impacto en las llamadas economías emergentes más grandes, como es el caso de las llamadas BRIC, Brasil, Rusia, India y China.
En ese desarrollo del consumo, se produjo por arrastre una expansión de la inversión productiva en industrias de bienes de capital y de bienes de consumo, al igual que un sector servicios que acompaño esta euforia de los capitales individuales.
La concentración y la adquisición de activos de importante dimensión fue una pauta de comportamiento para reducir la competencia y aumentar los grados de monopolio. El crédito y la especulación se expandieron, generando rápidamente una sobre exposición de los activos financieros, una inversión en activos ficticios y una presión a la valorización accionaria sin contraparte real en las posibilidades de mantener la cadena, el eslabonamiento, entre las actividades de producción-comercialización-consumo.
Cuando la incertidumbre y el riesgo extremo producen la falta de confianza del inversor individual, acompañada de la cesación creciente de los pagos de los deudores insolventes, la recesión y la crisis llegaron en forma de avalancha de quiebras.
Primer impacto lo sufrieron los bancos de inversión, pero luego aquellos que entraron en las fusiones y absorciones por querer incrementos de propiedad de activos por la desvalorización de los mismos, se encontraron con dificultades para mantener también el nivel de rentabilidad y de reconocimiento de su propio capital.
Ante esta situación el reclamo de última instancia, fue al Estado, para que intervenga con fondos frescos, acumulados en la bonanza, y factibles de ser usados de forma anti-cíclica en la recesión.
Allí comienza la posibilidad de dilatar la destrucción de los activos desvalorizados, y de las ganancias esperadas mediante recursos inyectados por los bancos centrales y en el caso de los EE.UU. por la Reserva Federal y la SEC.
El debate de política económica que se produce incumbe a los responsables políticos de cada Estado, al igual que a las burocracias de los bancos y corporaciones financieras privadas, y de los Organismos Financieros Multilaterales de Crédito.
Que opciones fueron implementándose y generaron discusiones que están en curso.
a) Rescatar las operaciones imposibles de ser saldadas, tomando en primera instancia los llamados activos o endeudamientos tóxicos, de difícil gestión para que recuperen valor venable.
b) Impactar en la confianza del consumidor, reduciendo cargas para gestionar créditos al consumo, bajando las tasas de interés de los mismos, incrementando formas de leasing, o bajando impuestos indirectos.
c) Inyectar préstamos del Estado a la Banca Privada, para que la misma pueda sostener su cash flow, tener liquidez para sus operaciones comerciales y facilitar cierta renta positiva a sus accionistas en el corto plazo, para que recuperen la confianza y no produzcan una corrida de retiro de depósitos y de inversiones.
d) Valorizar el capital accionario del sector bancario y frenar el acompañamiento de descapitalización de activos del conjunto de acciones sean estas activos con o sin contraparte real en el mercado
Este nuevo proteccionismo financiero merece ser analizado, ya que los rescates ligados a la baja de la tasa de interés o a el incremento de los activos líquidos, al no tomar en cuenta el carácter sistémico de la reproducción del capital, se encontraron con que una gran parte de la inducción de la inversión financiera para absorciones, que pusieran un límite a la debacle fracaso, especialmente la fusión de los bancos de inversión por parte de la banca comercial.
Al mismo tiempo lleva a una discusión significativa, el hecho de que la depresión financiera impacto en forma inmediata sobre el consumo y por consecuencia sobre la producción. De allí de que la preocupación relevante en la actualidad es como sostener los puestos de trabajo, no solo en el sector servicios, sino ahora en las industrias de producción de bienes.
Como impedir que la desocupación supere los índices considerados como aceptables para las economías centrales y para las emergentes, es el intríngulis que tienen que dirimir los efectores económicos de intervención financiera.
La liquidez que se vierte en los activos desvalorizados, no parece tener contraparte real, y no encuentra un piso de reversión del riesgo a mediano y largo plazo. De allí que la trampa de liquidez es la expresión actual en el sistema bancario, y en el comportamiento del inversor individual.
Al mismo tiempo que la crisis en la producción y el consumo arrastra las destrucciones de los puestos de trabajo, incrementando las posibilidades de dilación en el tiempo de un cambio de expectativas.
La inestabilidad y la incertidumbre propias del capitalismo, tienen entonces un caldo de cultivo, que expande el efecto precaución y retrae aún más la inversión en nuevas formas de gestión y de valorización de activos, sean estos financieros o productivos.
En la actualidad encontramos que las formas de proyección de la inversión y del consumo son diversas en cada formación social, debido a la ambigüedad para encarar propuestas de política económica acordes con la coyuntura de crisis y recesión.
En primer lugar la discusión de quienes pueden ser apoyados en el rescate y quienes no, llevo a acrecentar la inestabilidad y la percepción del riesgo de una crisis muy grave en el futuro inmediato. El tiempo que transcurre en los EE.UU. en los debates en el Senado para aprobar los planes de utilización de recursos del Estado para inyectar en la banca privada y en el sector productivo, genera una perdida de posibilidades de atenuar el impacto de la crisis. Al mismo tiempo la dificultad política de la administración Bush para aceptar los rescates por la vía de las fusiones y la concentración del capital bancario, deterioran aún más a la banca comercial poniendo en riesgo a los más importantes, como al Bank of América con Merrill Lynch, o al Citibank en su proceso de reestructuración. En el fondo la discusión es que papel debe jugar el Estado, si el de garante de última instancia como forma de regulación interna del sistema financiero, con modificaciones en las auditorias y en las normas contables o ir más allá y pasar a formas de intervención en los directorios, en la gestión y finalmente en la propiedad de los activos, primero los "tóxicos" y finalmente la propiedad lisa y llana de las instituciones. Este debate no es propio de los EE.UU. sino que abarca también a las distintas actitudes que se generaron en Europa Occidental y en los BRIC. El Reino Unido, Holanda, Alemania, Irlanda e Islandia, de formas similares, optaron por hacerse cargo de una propiedad de activos, sean estos en la actividad financiera y bancaria como en la productiva industrial. El caso de Francia, Bélgica y Luxemburgo es más complejo y se puede decir de forma mixta, parte son intervenciones para hacerse cargo de activos desvalorizados y en parte y como objetivo focal del discurso político prefieren participar en una capitalización indirecta aportando fondos de préstamo al sistema bancario, o facilitando la constitución de apoyos en la remisión de utilidades o en el sostén de proyectos de inversión o de comercialización (Airbus, Exportaciones de bienes de capital, etc.). Italia, España y los países nórdicos por el momento prefieren la colocación de productos financieros que faciliten una mayor liquidez al sistema bancario, manteniendo los criterios previos a la crisis, en lo referente a rescates o recuperos de valores de alto riesgo. |
El llamado “bono” Tremonti, en referencia al Ministro de Finanzas de Italia, tiene esa característica, y de cierta forma respeta el temor que tienen distintos gobiernos respecto al uso de los fondos que se envían al sistema bancario europeo y que utilizan el carácter multilateral de los grupos bancarios europeos, pero buscan un reconocimiento nacional que proteja su cartera y el valor venal presunto pre-crisis de sus activos financieros.
Esto desconoce la caída abrupta de los valores nominales y la destrucción profunda de los activos ficticios. Para saldar la situación de percepción negativa del inversor individual y el comportamiento de precaución e incremento del ahorro fuera del sistema bancario, la Unión Europea propone la creación de un nuevo Banco multilateral, ajeno a la regulación o a la auditoria tradicional, un Banco para hacerse cargo de las exposiciones bancarias definidas como “tóxicas”.
Finalmente este comportamiento de rescate bancario obliga a un proteccionismo financiero que no deja opciones de mediano y largo plazo. La reforma del sistema financiero internacional queda como un debate que se va dilatando en el tiempo por la premura en buscar frenar la caída de segmentos importantes del sistema bancario.
La desvalorización del capital financiero supera el ambito exclusivo de los bancos e impacta sobre el comercio y la producción. La simple disminución de la tasa de interés de referencia internacional, y la de cada formación social ampliada, deja de solucionar la liquidez y la dilación de los pagos.
La disminución de la Prime Rate en los EE.UU. y de la tasa Libor en el mercado de Londres, no es suficiente, al igual que la de los bonos de mediano y largo plazo. La búsqueda de una ampliación de la posibilidad de crédito para incrementar consumo e inversión, termina al acercarse a cero las tasa y a entrar en una trampa de liquidez acorde con la imposición de un contorno de riesgo y de salvaguarda de los activos.
Frente a este comportamiento el proteccionismo financiero lleva a la destrucción del vecino, que se manifiesta en la debilidad de los sistemas bancarios que en el auge de la especulación tuvieron un comportamiento de extrema irracionalidad para aceptar el necesario encaje precautorio para los fondos de inversión, fideicomisos e inversiones que preveían un auge ilimitado en el tiempo.
En el caso de los BRIC y de algunos países con amplias reservas para fondos anti-ciclicos, se vive el drenaje permanente de la especulación contra sus monedas y contra la permanencia de sus bancos sobregirados.
Las reservas de Brasil, de Rusia están siendo objeto de una guerra contra el tipo de cambio y contra la posibilidad de solventar emprendimientos productivos de sostén de la tasa de crecimiento.
Esto conlleva a una discusión creciente sobre el papel de las instituciones tradicionales de financiamiento multilateral como el F.M.I. y el Banco Mundial, así como la forma de regulación del Banco Europeo, de la Reserva Federal o de los diversos bancos centrales de los países emergentes más importantes.
El ahorro y la dilación de las expectativas de inversión y consumo en el ciclo, aumentan la duración de la crisis hasta que se modifique la eficacia marginal del capital. Un efecto de carácter kaleckiano respecto al riesgo futuro, tiene mucha importancia en el momento actual. Esto lleva a analizar la relación entre la posibilidad de crisis en lo financiero como forma quasi-autónoma del sistema, y la interrelación con el comercio y la producción.
La imposibilidad de controlar la volatilidad de los activos líquidos, y el caos en la percepción del inversor individual, tienen eco en la ambigüedad y falta de previsibilidad de la intervención del Estado, para una definición de carácter multilateral y global.
El proteccionismo financiero, por el momento se prioriza como salida de la crisis, a pesar del discurso de vuelta al liberalismo económico comercial, para impedir las secuelas lógicas de las regulaciones o intervenciones que distorsionan una tasa de interés natural (Wicksell) en el largo plazo, y de una nueva inversión que recupere las condiciones de producción del capitalismo, especialmente la confianza en la rentabilidad futura, y en la obtención de una ganancia mayor en la producción efectiva respecto al rendimiento presunto del ahorro en el futuro mediato.
Una primer aproximación a cambios que se van produciendo en lo que sería el espacio fáctico del sistema financiero, es la mayor intervención del Estado nacional, que permite desplazar el comportamiento de mercados exógenos como la banca off shore y los paraísos fiscales.
La aversión al riesgo y la posibilidad de pérdida de amplia dimensión de los activos de riesgo, llevan a la retracción de la inversión individual. La volatilidad de la liquidez internacional se fija en la moneda clave, y abandona la política de jugar con los precios a futuro de las commodities o con la proyección de situaciones de crecimiento acelerado de mercados de consumo y de inversión productiva.
El último deseo de los Estados nacionales que arriesgan al rescate de los activos financieros es la posibilidad de recuperación veloz del crecimiento del consumo en los mercados en expansión hasta el 2007, a saber los BRIC. Sin embargo en dichas formaciones sociales, se vive la crisis como un bloqueo hacia adentro del proceso de reproducción, una especie de keynesianismo tradicional, de modelo cerrado.
Esto ahoga el crecimiento y las posibilidades de superar en el corto plazo las corridas bancarias y la destrucción del dinero ficticio, impulsando la modificación de los precios relativos de forma inflacionaria y reduciendo las expectativas de recupero de la inversión y el consumo.
Nuevo proteccionismo de la producción.
En las pautas tradicionales de reacción frente a las crisis, los Estados nacionales buscan proteger de la competencia internacional a sus sistemas productivos. Las grandes depresiones, fueron aquellas en donde la desocupación y la falta de sostén social a las formas de exclusión y miseria que se propagan, obligan a respuestas de los Estados nacionales de intervención.
Las formas más primitivas de esas intervenciones surgieron dilatadas en el tiempo respecto a las debacles de los activos líquidos y ficticios que la especulación financiera había desarrollado durante la finalización del auge.
Los tiempos diversos entre el crash financiero y la expansión de la desocupación, tenían que ver con la inmovilización de la rotación del capital comercial, el tiempo de retracción de la liquidación de los stocks de mercancías y la disminución del uso de la capacidad productiva instalada.
La lentitud en la modificación de la gestión al interior de la empresa y la carencia de utilización de nuevas tecnologías, era un rasgo propio de la depresión y de la entrada en la recesión.
Ahora, en la globalización el tiempo de dilación entre crash financiero y reducción drástica del consumo y de la producción se han acortado, de forma tal que es casi instantánea la transmisión de la crisis de un ciclo al otro del capital.
Comercio e industria han sufrido de forma inmediata el embate de las quiebras bancarias y de la desvalorización de los activos ficticios. En primer lugar porque el indicio de la existencia fáctica de la crisis fue negado persistentemente por los analistas económicos y por los actores inmediatos.
Esto provoco que un segmento marginal en la reproducción como el de los créditos hipotecarios pase a ser relevante durante finales del 2007 y en el 2008 de la destrucción de los activos bancarios.
Luego se produjo la caída veloz del consumo, por retracción del mismo en los países desarrollados. Esto tuvo un impacto en el comercio internacional. Los empresarios productivos, observaron como la obtención de crédito se dificultaba, no por el nivel de las tasas de interés en baja, sino por la restricción de colocar sus stocks.
Frente a dicha percepción, los avances del libre comercio en la OMC, se vieron frustrados a último momento, por los comportamientos reales de los Estados nacionales, de retorno al proteccionismo comercial.
Dicho nuevo proteccionismo, en la década de los noventa del siglo XX, se manifestaba en barreras en las condiciones de producción, es decir en la garantía del respeto de los derechos del trabajador de la OIT, en los procesos de trabajo, y de las formas de utilización creciente de tecnologías limpias, para productos con normas medioambientales más elaboradas.
En los primeros años de la actual década se sumo la desvalorización monetaria, utilizando la labilidad de los tipos de cambio administrados, para aumentar la competitividad vía precios y bajos salarios.
El llamado modelo asiático era funcional al crecimiento del producto y del consumo en los motores del sistema, especialmente la interrelación entre el mercado de China y el de los EE.UU..
El avance tecnológico en la incorporación de mayor productividad en los productos vinculados a la carrera militar, y el consumo de masas, acordaban la reproducción con un inversión marcada por la especulación financiera y la generación de un abanico de ingresos individuales cada vez más amplio, en las diferencias nacionales de salarios.
La crisis financiera se traslado rápidamente a la producción, ya que el bajo salario no resulta suficiente para revertir la caída de la eficacia marginal del capital, y la fuga del sistema financiero.
La consecuencia inmediata es la necesidad de rentabilidad mínima de la inversión productiva, la que no se puede garantizar por el simple funcionamiento del mercado. Los grados de libertad del comportamiento de la concurrencia imperfecta se restringen, y las fusiones y concentraciones por desvalorización de activos pasan a ser una necesidad del sistema-
La retracción del consumo, y la imposibilidad de salida del out put empresarial, llevan a que no se pueda realizar la metamorfosis de la mercancía, el dinero necesario para el trueque mercantil deja de fluir, y el ahorro no satisface la necesidad de ganancia.
Las grandes fusiones y mergers pasan a se la salida de la depresión creciente. Pero allí la demanda empresarial es la de un proteccionismo estatal. Primero por la modificación del tipo de cambio en referencia a la moneda clave.
El fortalecimiento del dólar de los EE.UU. por la precaución del ahorro individual, lleva a necesitar dejar correr la moneda, pero esto al generalizarse produce la misma trampa de liquidez, en donde solo el efecto inflacionario aparece. El paso de la inflación reptante a la galopante queda ligado a la inyección de moneda sin respaldo.
Al mismo tiempo el salario disminuido internacionalmente deja de atraer la inversión externa, salvo que la ganancia esperada sea generadora de una expectativa de rentas diferenciales superiores que permitan revertir el pánico al riesgo de debacle del inversor individual.
Frente a esto la desocupación de la fuerza de trabajo se generaliza, lo que retrae aun más el consumo de masas. Queda el Estado para fijar políticas de resguardo del empleo nacional y de la subsistencia de las empresas imposibilitadas de reducir sus stocks y darle continuidad a su proceso de producción de mercancía.
El incremento del gasto y la inversión pública no alcanzan a paliar la situación, lo que lleva a políticas arancelarias y para-arancelarias restrictivas, con sus secuelas de retorsión y fijación de medidas de castigo al comportamiento del competidor.
En la actualidad los procesos de libre comercio internacional, están siendo observados como elementos negativos para garantizar los niveles de ocupación nacionales, tanto en los EE.UU., Japón, como en varios países de la Unión Europea.
La paradoja es que países como Rusia, China, y Brasil se transformaron en pregoneros del libre comercio en los foros internacionales., a partir de premisas distintas a los que fue la constitución del NAFTA en los 90, o el comportamiento de Chile, Perú y Turquía en el comercio de los últimos 20 años.
La discusión sobre el rescate de la industria automotriz en los EE.UU. (General Motors, Chrysler y Ford), con sus secuelas sobre empresas europeas (Volvo, Saab, Mercedes Benz, ..), el debate sobre los proyectos aeronáuticos como el del Airbus de carácter plurinacional europeo, o la problemática de la siderurgia, son muestras de estas situaciones de controversia y de retorno al proteccionismo como forma de sostén de la producción y del empleo.
El ejemplo más evidente, es el discurso actual en los EE.UU., donde una de las premisas del paquete de ayuda demandado para su aprobación al Congreso, es la del compre americano. Especialmente orientado a medidas de protección en siderurgia y productos que utilicen acero, el compre y consuma americano en el sector industrial conlleva medidas de retaliación y retorsión de los competidores comerciales en ese sector del comercio internacional.
Mientras perdure la debacle financiera, la presión de las fuerzas sociales en el campo de la producción, obligan al Estado a una pronta respuesta. El problema es la forma en que se efectúa la misma.
Primero debe ser una respuesta contundente y creíble para el inversor privado, ya que la primera reacción del mismo, es sostener el valor venal de sus activos, recuperando una capitalización en el mercado de valores.
El rendimiento anual para sus accionistas tiene una prioridad superior al de mantener la ocupación de sus trabajadores. Esto repercute en las acciones relativas a la jornada de trabajo, a las posibilidades de calificación del personal, y finalmente a la no incorporación de tecnologías nuevas que permitan un incremento de productividad.
La reducción del salario por la devaluación vía el tipo de cambio pierde efectividad como herramienta, y se pasa al licenciamiento de los trabajadores y a la exclusión del mercado laboral. Incluso de las posibilidades de permanencia en la formación social, expulsando extranjeros estén o no documentados y legalizados para el proceso de trabajo.
El retorno a formas precapitalistas de producción, como el trabajo sin condiciones laborales adecuadas al momento histórico, o la búsqueda de rendimientos de intensidad superiores a los de una jornada de trabajo acorde con la historia del movimiento obrero pasan a ser un cotidianeidad.
El trabajo a rendimiento o a facon, las remuneraciones fraccionadas, o las tareas temporarias de alta rotación, el uso de pasantías y de capacitaciones ficticias, crecen en la forma de contratación. La temporalidad cada vez menor, acompaña la ansiedad laboral por conservar la fuente de trabajo.
El requerimiento de una participación estatal creciente en el sostén crediticio, y la imposibilidad de seguimiento del uso de fondos, lleva a que en varias situaciones los Estados toman posesión de la empresa, y “nacionalizan” o “estatizan” la producción privada.
Este revival del Estado empresario, no tiene los mismos criterios del Estado de Bienestar de los años 50 del siglo pasado, sino que responden a la necesidad de contención social por parte del Estado.
En la actualidad, la baja de las tasas de interés para el consumo, pero también para la demanda de crédito para inversión, han perdido eficacia. Quizás si se sostiene, al momento de reversión de expectativas, puedan permitir una recuperación de la inversión.
Por el momento, las propuestas de incremento de forma indirecta del consumo, no pueden ser absorbidas por el ciudadano. Lo que prima es la necesidad de créditos o inversiones del propio Estado, vía sostén de la ganancia empresarial bajo contratos de mantener el empleo, o participación directa en el capital accionario y en la gestión de las empresas.
La dificultad para observar cual es la forma ideal para poder obtener un mejor rendimiento de esta participación en la gestión del capital, lleva a los Estados nacionales a actuar bajo formas de improvisación, carentes de una proyección en el tiempo y de una planificación de la producción y del consumo.
Finalmente se vuelve a los criterios del keynesianismo más primitivo, el de hacer pozos de noche y taparlos de día, propios de la demanda de un papel del Estado en el manejo de la inversión por el gasto público.
La inmediatez de la política económica deja los objetivos de una mejora en la distribución del ingreso, para pasar a buscar la permanencia de lo existente o en última instancia el sostén de la ocupación y la contención de la problemática social más acuciante.
Proteccionismo fiscal.
Dicen que la realidad es la única verdad. El tema es ver como se expresa, y bajo que formas discursivas puede ser incorporada en el imaginario social, de manera de no destruir el paradigma de progreso y felicidad.
El ser humano se adapta a las situaciones extremas, especialmente cuando esta en juego su supervivencia, y ese es el momento al que se esta llegando en la crisis actual.
En los países centrales el reflejo pavloviano frente a la carencia, ya parecía haber desaparecido de las clases sociales. Desde la segunda guerra mundial, no se tenía referencia a momentos de pobreza como los existentes en el último año, y los que se prevén hoy.
La diferencia con los países emergentes, es que en estos siempre existe una fracción importante de la población fuera del sistema de reproducción capitalista. Estos excluidos tienen la virtud de ser el piso del cual parte la formación del salario industrial, y de esa manera la posibilidad de participación en la distribución del ingreso.
Dicha virtud del excluido, facilita también una forma de reproducción quasi-doméstica del empleo marginal, con sus carencias asumidas por la sociedad, pero no resueltas. En la crisis este reflejo social aparece como una realidad para los que ingresan en la desocupación, pero caen en una cotidianeidad que desconocen.
Las pautas de reproducción de ese segmento excluido pasan a ser hábito en la sociedad capitalista desarrollada en el momento actual, sin poder el Estado ser garante de mantener una contención social acorde con el Estado de Bienestar, es el caso en la Unión Europea de los países de menor desarrollo, como Grecia, Portugal, España e Italia.
En los EE.UU., también se intensifica con velocidad inusitada el paso a la desocupación, que en seis meses dejo un promedio menor al 5% anual para llegar al 7.6% en la actualidad. Con la diferencia de que lleva años el retiro del papel del Estado como asistente en el sostén de las políticas sociales.
Los servicios de salud, y la previsión social quedan totalmente desguarnecidos en sus capacidades operativas, debido a que los fondos de inversión en crisis tenían como una de sus fuentes claves de obtención de fondos los provenientes de los recursos obtenidos en estos sistemas.
Los fondos de pensión y los ingresos por utilización del sistema de salud, aparecieron como fuentes financieras en los lejanos años 70 del siglo XX. Junto con los cash-flow de las empresas permitieron las primeras olas de fusiones y absorciones de los 80 y continuaron cumpliendo este papel hasta la última crisis.
Este debilitamiento del capital propio, lleva a los efectores de salud privados y a los gestionadotes de fondos de pensión a ser los que más rápidamente necesiten el auxilio y el rescate total de parte del Estado.
La esperanza de este sector de capitales individuales, es que el Estado sea propietario durante un período corto de tiempo, y que con la recuperación de la economía se vuelquen nuevamente fondos para facilitar la privatización.
En esta temporalidad la expectativa es en lo inmediato negativa. El Estado mide la inversión de fondos sin contraparte real, al mismo tiempo que la necesidad social se transforma en acuciante.
Revertir este momento requiere de una acción rápida, focalizada y armónica entre los Estados nacionales, hacia el interior de los mismos, para luego poder negociar en conjunto, formas ampliadas de participación y contención social.
El gasto público exige para poder solventar el empleo y la política social, una masa ingente de recursos genuinos. De allí que el debate más primario es el de la política fiscal y de las reformas tributarias que superen los viejos y tradicionales criterios de disminución de impuestos para facilitar la expectativa racional del empresario.
Esta herramienta mal aplicada resulta similar a la baja de la tasa de interés. Llega un piso a partir del cual la baja de tasas no produce efectos sobre la falta de confianza del empresario individual. De igual manera un incremento salvaje del requerimiento impositivo desconociendo las formas de respuesta particularizadas de cada formación social puede llevar al extremo de la insubordinación fiscal, pasando por un aumento de la elusión, la evasión y el fraude.
La recaudación fiscal, elemento clave durante el último período de la globalización, para proveer recursos genuinos, pasa a ser un elemento clave para la continuidad de los planes de rescate financiero. Si la crisis perdura en el tiempo y no se nota una recuperación de la eficacia del capital, el comportamiento kaleckiano, del riesgo y la incertidumbre futura, como barrera a la entrada a la inversión productiva, obligan a la obtención permanente de superávit fiscal.
Sin embargo, la política de gasto público, y de fiscalidad compensatoria tienen que poder afrontar drenajes constantes del erario público. Este contrasentido, lleva a que se requiera el uso de las reservas monetarias, de los fondos anti-cíclicos, y finalmente de una política de restricción fiscal, que termina siendo el chaleco de fuerza del Estado en su intervención directa.
Esto produce la necesidad de una concertación de los Estados nacionales para que el proteccionismo fiscal no desaparezca, y pueda facilitar la motivación e inducción del consumo individual.
En un momento más dilatado esta motivación al consumo, tendría que revertir la percepción al riesgo del inversor privado, de forma de volver a recomponer el ciclo productivo, con nueva capitalización empresarial, y la incorporación de tecnología y maquinaria de última generación.
El proteccionismo fiscal tiene como límite la sensibilidad social respecto a la credibilidad del uso correcto de los fondos que el Estado gasta para esta tarea de recomponer la reproducción del capital.
En los diversos Estados nacionales, la desconfianza respecto a las medidas que toma la competencia internacional, se manifiestan en los rescates del endeudamiento bancario, pero también en las propuestas de restricciones al comercio internacional, y en las formas de gestión de la tributación.
Conclusión.
La discusión y el debate actual de políticas económicas para paliar las consecuencias de la crisis y salir de la misma debe, entonces, centrarse en la reforma financiera internacional que permita subsanar las situaciones de distribución regresiva del ingreso, al mismo tiempo que no impacten como un proteccionismo fiscal y comercial, negativo respecto a la expansión del comercio internacional y la reconversión productiva.
Las consignas típicas del desarrollo de políticas mercantilistas, a saber: “vender caro y comprar barato” y “empobrecer al vecino”, tienen que ser lentamente dejadas de lado, para poder dar lugar a una economía abierta, en la cual el riesgo y la incertidumbre puedan ser administrados, de forma de incrementar las posibilidades de salida de la crisis.
Las propuestas de un Banco Internacional que acapare los endeudamientos “tóxicos”, o la integración de fondos que puedan ser utilizados para la propagación de nuevas inversiones productivas, modificando el papel de los bancos multilaterales de crédito, como el F.M.I. y el Banco Mundial, aparecen como alternativas en los debates para construir un paradigma de progreso constitutivo del nuevo estadio de la reproducción capitalista.
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