CRISIS FINANCIERA MUNDIAL 2

Inyectar más liquidez

Por Mario E. Burkun *

La reflexión sobre la crisis económica y las perspectivas del nuevo orden internacional obliga a pensar desde el interés de Argentina, sobre el desarrollo de los últimos eventos y reuniones en las que se esbozaron las medidas para paliar y afrontar la crisis financiera, comercial y productiva. Dentro de estas reuniones las metodologías del uso del poder entre las potencias, tanto las tradicionales como las emergentes, mostraron diferencias, tanto de concepción como de implementación.
En el caso del FMI, el debate muestra formas que no ven una salida profunda de la crisis, mediante una transformación del papel de las instituciones financieras multilaterales, sino una mutación de funciones y practicas. Sin embargo es muy probable que la dilación en la toma de decisiones y la carencia de un piso para la debacle comercial y productiva, generen que las propuestas más revolucionarias afecten al sistema institucional supranacional.
Cuáles son las posturas y cómo se explicitan.
- Ampliación de recursos monetarios para inyectar liquidez al sistema internacional y evitar defaults técnicos, al mismo tiempo que permitir sostener la relación entre tasas de interés y tipos de cambio entre las monedas claves existentes en la actualidad.
- Modificar el papel de unidad de cuenta del DEG, para ampliar la masa monetaria en circulación y de dicha manera permitir un incremento de las transacciones comerciales que reactive el mercado internacional.
- Generar cambios en las condicionalidades para acceder a los recursos del FMI, y permitir que el organismo oriente prestamos para actividades y proyectos de sostén a la producción y el consumo, que puedan ir más allá que la de resolver problemas de balanza de pagos o de ser garante de última instancia para los endeudamientos internacionales.
- Modificar la representación en la conducción del FMI, dando más lugar acorde con los aportes de ampliación de cuotas a países emergentes poderosos, como los BRIC.
Junto a estas medidas de cambio de criterio y sentido común, aparece la necesidad de resolver la gestión institucional, que es quizá la transformación más importante, frente a la crisis. La burocracia del FMI está anquilosada en propuestas de orientación de políticas económicas, propias del liberalismo obsoleto, y proclives a planes de ajuste que profundizan la recesión y la nocividad de la crisis en sus aspectos sociales y productivos.
Cambiar esta actitud de los funcionarios es la tarea que tiene por delante el actual titular del Fondo, con una concepción más heterodoxa, y que contemple las diferencias regionales de salarios, productividad, y culturas de consumo y de condiciones de desarrollo. Ante esta situación, el debate en el G-20, las reuniones entre potencias y las modificaciones institucionales permiten percibir diferencias entre Estados Unidos, China y Brasil, como un posible minibloque, la Unión Europea en su núcleo duro, Alemania y Francia, con Japón, y el Reino Unido con propuestas más avanzadas.
Dentro de esta mezcla de actitudes, se suceden situaciones que van delineando hechos fácticos que comprometen a los actores a futuro.
En las últimas decisiones de sostén, el FMI acepta aportes contingentes a Ucrania y a México, con menores condicionalidades que las que tuvieron Letonia y Hungría y la República Checa, estas últimas ya eran más flexibles que las de los tradicionales ajustes.
Respecto de otro campo de funciones que se discuten, el Fondo podría ser convocado a fungir como el organismo de control y auditoria del sistema financiero, para evitar los comportamientos inciertos y disruptivos de la especulación en la volatilidad de los capitales líquidos internacionales.
El lavado, el fraude, la elusión fiscal y la generación de dinero ficticio, con los derivativos y los hedge funds sin respaldo, convocan a la dirigencia internacional a buscar una veloz solución, en donde un organismo dotado de facultades supranacionales podría salvar la debacle bancaria y financiera.
Toda esta reflexión tiene que servir para analizar qué puede hacerse dentro del interés nacional. Frente a nuestras carencias y ambigüedades, producto de la emergencia de la crisis internacional, y de la incertidumbre en la gestión de las medidas anticrisis, la actitud frente al FMI implica algunas certidumbres.
- No podemos afrontar los cambios que se están produciendo en la concepción del poder internacional con prejuicios obsoletos justificados por la historia pero que pueden modificarse con la crisis.
- Administrar la relación en forma de nuestra conveniencia implica gestionar favorablemente, en la medida de la posibilidad regional, la concepción antiamericana, y la visión de ser país sometido por los planes de ajuste orientados por la institución FMI.
Finalmente, producir medidas creativas respecto de la liquidez internacional que necesitamos, en función de la relación regional y del vínculo del comercio internacional y de la inversión en nueva tecnología. Planificar acciones que partan de nuestra estructura productiva y evaluar permanentemente los cambios en los vínculos internacionales es entonces nuestra necesidad objetiva. Sigue pendiente la pregunta shakesperiana, pero ya no para el Fondo, sino para los responsables de nuestra política nacional.
* Doctor en Economía. Director de Escuela de Posgrado Universidad Nacional de La Matanza.